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Hector García SalidoEditorial de la Edición  73
Por Hector García Salido
Redactor Jefe de MínimoSport.


Varane y Raúl, el viejo aroma de descubrir talentos.

Hablar con la gente de fútbol te proporciona no sólo una óptica más cercana, también diferente. Muchos no se dejan apenas descubrir. Otros, por suerte, te muestran todos los entresijos del fútbol. Siempre curiosos. Siempre sorprendentes. El fútbol es también un juego de azar, una concatenación de sucesos que llevan a la gloria o te hunden en lo más profundo. También para los futbolistas. Cuántos se habrán quedado en el camino por un mal partido en el momento clave de su carrera. Los futbolistas, como casi todo en la vida, se descubren sin previo aviso. De manera espontánea. De repente, su nombre está presente en todos los medios. La atención mediática es enorme. El último que lo ha vivido es Raphael Varane. Un central de los de época con tan sólo 18 años.

Detrás de todo eso antes hay un duro trabajo. Varane casi pensó en dejarlo todo cuando sus rodillas protestaban por un ‘estirón’ tortuoso. Finalmente todo se asentó y el francés conoció lo que era jugar liberado. Eso sí, con unos cuantos centímetros de más muy valiosos para su futura carrera. Zidane lo vio en el Lens, un equipo que acabó descendiendo. Pero eso no importó. La joya era ajena a los males de su equipo.

Ángel Cappa, en una conversación más que una entrevista al uso, me contó cómo descubrieron a Raúl. La historia narrada en los medios es simple: un chaval de 17 años que marca goles sin parar en el Real Madrid y llama la atención del entrenador del primer equipo, en este caso Jorge Valdano. Contado así la historia se ciñe al 90% a la realidad. El otro 10% resulta clave. Jorge Valdano y Ángel Cappa montaron dentro de las propias categorías inferiores del Real Madrid un ‘clinic’. Los chavales jugaban partidos entre ellos entre semana, siempre seguidos desde la grada por la ‘dupla’ argentina del primer equipo. Así, el acercamiento era total. “No estaba sólo Raúl. También Guti, Sandro, Rivera, Álvaro Benito…”, me apuntó Cappa en la charla. Ahora el modo de trabajo es diferente. Todo se basa en informes y papeles, pero no hay un seguimiento real de los jugadores de la cantera por parte del entrenador de la primera plantilla, salvo en contadas excepciones. Cappa y Valdano conocían a la perfección todos los movimientos de las estrellas cercanas y futuras del Real Madrid.

Pero había uno que destacaba por encima de todos: Raúl. Cappa lo cuenta: “No era un futbolista que destacara por su físico ni por su habilidad con el balón ni por su velocidad. Pero se transformaba cuando entraba a un terreno de juego. Ahí era otro. Recuerdo el viaje de vuelta después del partido ante el Zaragoza. Raúl había fallado tres goles y todos pensábamos que necesitaría apoyo. Nada más lejos de la realidad. Estaba entero y con ganas de revancha. Después llegó su gol al Atlético de Madrid.

Raúl, sin duda, era y es un tipo con una personalidad increíble”. La crisis económica por la que pasaba el Madrid en esos momentos también ayudó al ‘7’. “Butragueño apuraba su carrera y no había dinero para fichar un ‘9’, que en nuestro caso el soñado era Cantona”, apostilla Cappa. Una vez más el azar. Lo imprevisible. Para suerte de todos, el viejo aroma de descubrir talentos continúa vigente hoy en día a pesar de que vivimos en un fútbol cada vez más dueño de los agentes de jugadores y menos de los entrenadores y ojeadores.



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