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Artículos de Fútbol - Edición nº 19 - Noviembre 2008

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Editorial Edición nº 16 - Agosto 2008


Por Jesús Suarez Lourido
Licenciado en Periodismo y Ciencias de la Información. Máster en Comunicación Empresarial. Corresponsal en España de la Revista WORLD SOCCER DIGEST (Japón). Entrenador de Fútbol Nivel II (RFEF).

BEIJING-PEKIN OLIMPICO Y EL FUTBOL


“Si la gimnasia fuera fácil se llamaría fútbol”. Suena duro y tal vez exagerado. Pero ningún calificativo es relevante para el caso. Para el caso lo relevante es que sea cierto. Verdad o mentira.

La frase la pronunció Gervasio Deffer en una entrevista que le hizo, esa gran periodista que es Olga Viza, para el diario Marca, ya hace unos meses.
La cito no para criticar al campeón olímpico. Ni tampoco lo hago para machacar el fútbol. Nada más lejos de mi intención. Lo hago con el ánimo –ojalá lo consiga- de tratar de exponer mi punto de vista de por qué el fútbol no pinta nada en el olimpismo. Sea ahora en Beijing 2008 o antes en Barcelona 92, donde por ejemplo, Guardiola y Kiko entre otros salieron campeones Olímpicos.

No se si conocen siquiera los grupos, ni las sedes de los grupos de los países que compiten en la Olimpiada. Son estos:

GRUPO A (Shanghai): Costa de Marfil, Argentina, Australia, Serbia.

GRUPO B (Tianjin): Holanda, Nigeria, Japón, Estados Unidos.

GRUPO C (Shenyang): China, Nueva Zelanda, Brasil, Bélgica.

GRUPO D (Qinhuangdao): República de Corea, Camerún, Honduras, Italia.

No dejo de reconocer que, aunque no sigo en directo todos los partidos olímpicos, si debo confesar que le presto atención a algunos partidos y aún recuerdo un Italia-Nigeria de no sé que Olimpiada, en la que Nigeria (o fue Níger) les dio un auténtico repaso a los italianos como pocas veces he visto en un campo de fútbol. Por cierto, el partido fue a las 10 de la mañana hora europea. Y por supuesto que recuerdo la final de Sydney, cuando conducidos por Xavi, ganábamos 2-0 y terminamos perdiendo 2-3, ante Camerún.

Como pueden ver sigo el fútbol se juegue donde se juegue y casi siempre, esto es verdad, el mejor sale cuando los partidos son al cara y cruz de “ganas, te quedas, pierdes te vas para casa”. Al ser eliminatorias, las especulaciones son menos. O se juega menos a especular.

Recordar el espíritu olímpico en el año 2008 puede resultar, no solo inútil, sino también trasnochado. Puede incluso que algunos lo consideren hasta de personas cándidas.

Pero si me gustaría resaltar una sola por encima de todas de las virtudes del espíritu olímpico.
Y es que aunque la imagen del triunfo representa, sin duda, un impulso de emulación para cualquier deportista, es absolutamente necesario para no enterrar el espíritu olímpico no trascender como derrota el no alcanzar subir al podio. O no ser campeón olímpico de fútbol, baloncesto, balonmano, etc.. Porque en los estadios y pabellones olímpicos priman los deportes individuales que se miden. Si, se miden, en metros, centímetros, se miden en minutos, segundos, décimas de segundo. Se miden hasta la puntería. No caben las sorpresas, ni las decisiones arbitrarias. Nadie espera que en la final de 100 metros lisos o en la marathon haga un mejor tiempo que su mejor marca del año. Las Olimpiadas son, casi, una ciencia exacta. El espíritu olímpico es una frase: LO IMPORTANTE ES PARTICIPAR.

Aunque en algunos deportes, sobre todo los que tienen un expresión mundial y global como es el fútbol, nadie se lo cree. Pero esa es la auténtica realidad y la auténtica verdad del olimpismo.
Y lo es entre otras razones por que en el deporte en general y en el fútbol en particular solo gana uno. No hay dos campeones olímpicos en cien metros lisos. Ni dos campeones olímpicos de salto con pértiga, o en natación, ni en boxeo, ni en remo, ni en lo que quieran añadir.
Y esta razón que es válida para todos los deportes, en el fútbol los primeros que no lo entienden son los “futboleros” que no hacen más que repetir una máxima que repiten los entrenadores como si fuera un mantra: “en fútbol lo único que importa es ganar”.

Y eso es falso. Lo importante es participar. Pero nadie lo quiere asumir. Solo hay un campeón de liga y un campeón de champions y de copa del Rey. Y en algún caso hacen doble. Se imaginan lo que tienen que hacer los demás equipos que no ganan. Se lo imaginan. ¿Desaparecer?

Que un país, en este caso el nuestro España, cultive el espíritu olímpico se debe reflejar no en ocupar un lugar destacado en el medallero (20 vaticinan algunos que conseguiremos) sino en lograr una representación masculina y femenina amplia en todos los deportes.

Y esto no debiera mezclarse con ondear banderas y sonar himnos, pero se mezcla.

Por desgracia, el olimpismo, esta siendo perseguido por la plaga del doping. Ahora se van conociendo hasta los casos más antiguos de los tiempos de la Alemania del Este, la DDR, y hasta de la misma china. Sin olvidarnos de Ben Johnson, o Marian Jones y, tal vez, alguno más que se escapó. Por desgracia, repito, el olimpismo esta bastante tocado desde el punto de vista del juego limpio.

Sin embargo, tiene otras circunstancias que lo hacen grande y tal vez sea, precisamente, que es la ocasión y el escaparate de esos países plagados de hombres y mujeres con una única ocasión cada cuatro años de que les sea reconocida su calidad, su sacrificio.

En la mente de todos están Kenia, Etiopía, Marruecos, Argelia, Jamaica, Cuba, Angola, Mozambique y un largo etcétera que pueden sumar a sus preferidos.

Con nombres de campeones que se hacen un hueco en las páginas de la gloria para compartir con USA, Rusia, Alemania, China, en ocasiones Japón.

Cada cuatro años y como expresión política de potencia mundial, más o menos emergente, más o menos consagrada, los Juegos Olímpicos debieran ser el reducto numantino que guardase las esencias del más puro y auténtico espíritu deportivo. Lo importante es participar.

Y es ahí donde creo que el fútbol no pinta nada. Nadie cree eso en el mundo del fútbol. Al final de temporada te resignas, sin duda. Faltaría más. Pero nadie cree que lo importante es participar y por eso el limite, lo ha puesto el propio Comité Olímpico, al no permitir más que tres jugadores mayores de 23 años como máximo por país. En China por ejemplo, están Messi, Kun Agüero, Ronaldinho, por poner ejemplos de astros mundiales.

Y puede que Messi, después de tantos dimes y diretes, de tanta FIFA y tanto Barça, puede, digo, que salga campeón olímpico con Argentina, o que lo logre el casi exfutbolista Ronaldinho con el Brazil de Dunga que juega con tres medios defensivos, pero no conseguirán convencernos y hacernos sentir que lo suyo es ser campeón olímpico.

Porque lo de estos tres jugadores, por ejemplo, es ser campeón del mundo de fútbol. O campeón de liga, o campeón de la champions.

No puedo creerme que desde niños no tengan otra ilusión que ser campeones olímpicos. Y tampoco creo que la FIFA pretenda tal cosa, ni lo haga ningún estamento futbolístico. No creo en nada de eso.

Por el contrario si creo en: Paavo Nurmi, Jesse Owens y el germano Lutz Long, que dieron la vuelta de honor agarrados de las manos al estadio olímpico de Berlín, delante del mismo Hitler. Zatopek, Abebe Bikila, o el alemán Armin Hary, el primero en clavar el reloj en 10s, en los 100 metros. O Cassius Clay o Joe Frazier –si, si fueron olímpicos antes que profesionales-. En el Black Power de Tom Smith y John Carlos. Bob Beamon. Dick Fosbury. Mark Spitz. Olga Korbut. Valery Borzov. Nadia Comaneci. Teófilo Stevenson medalla de oro de los pesos pesados, Alberto Juantorena. Wladimir Salnikov, el primero en bajar de los 15 minutos en los 1.500. Steve Ovett y Sebastián Coe, Yasuhiro Yamashita. Y un largo, larguisimo etcétera que tiene nombres hasta de los nuestros, empezando por el abanderado David Cal y siguiendo por todos los que quieran añadir.

El fútbol tiene su propia competición, el campeonato del mundo, y es ahí donde me lo creo.

Por lo demás, este año que somos campeones de Europa de selecciones, no nos clasificamos para la olimpiada, y por si esto fuera poco estoy con Gervasio Defer: “si la gimnasia fuera fácil se llamaría fútbol”. Que mira que es fácil, sin duda. El fútbol, claro está.

Edición nº 19 - Noviembre 2008





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