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Artículos de Fútbol - Edición nº 17 - Septiembre 2008

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Editorial Edición nº 17 - Septiembre 2008


Por Jesús Suarez Lourido
Licenciado en Periodismo y Ciencias de la Información. Máster en Comunicación Empresarial. Corresponsal en España de la Revista WORLD SOCCER DIGEST (Japón). Entrenador de Fútbol Nivel II (RFEF).

POR FIN ME PODRÉ PONER TACONES


“POR FIN ME PODRÉ PONER TACONES”

Dedicado a Almudena Cid que se retiró llorando, besando el tapiz y dando las gracias.


A nadie se el escapa que una medalla olímpica se gana mucho antes de los juegos. En la mayoría de las ocasiones, ahora mismo, recién terminada la Olimpiada de Pekin, se esta gestando el siguiente medalla de oro olímpico.

Es cierto que nombres y hombres como el de Phelps o Bolt están, precisamente, en la cima del Olimpo de los Dioses a quienes los griegos pedían y escuchaban tanto. Ellos por encima de todo han puesto la magnitud deportiva humana solo al alcance de una proeza. Casi de los héroes, es decir de los Dioses.

Pero no es de ellos de los que quiero hablar. Quiero hablar del esfuerzo que hay que hacer para llegar, no a la cima que -no me cansaré de repetirlo solo la alcanza uno- sino el que hay que sudar y sufrir para conseguir ser olímpico y por ejemplo, entrar en una final. En la prueba que sea. En la que sea.

Esa cultura del esfuerzo y del sacrificio, acompañada de la imprescindible actitud ante la vida para resistir los retos que plantea ser atleta, es lo que me gustaría resaltar por encima de todo.

Actitud que tiene que existir siempre aunque solo sea para ser finalista y actitud, carácter o fuerza mental -llámenle como quieran- para primero para medirse con uno mismo y segundo para medirse a quienes, sin duda, pueden ser mejores que tu. Y ganarte. En ese instante aparece otra cualidad, la de deportista. La del fair-play. Extender y estrechar la mano de quien te gano, fue mejor que tu, mientras, tal vez, tienes que contener las lágrimas por la derrota y el mucho esfuerzo dedicado a quedar segundo, en el mejor de los casos.

Esa actitud, esa postura, esa manera de ser y entender la práctica del deporte es lo que admiro, respeto y valoro en los atletas olímpicos.

Y la tienen muchos. Cientos. Miles. Casi todos. En el caso español hubo manifestaciones de ello de todos los tipos y condiciones. Casi he llorado con Leire Olabarría cuando, ella misma, recibía absolutamente emocionada su medalla. Tres nos dio el ciclismo. Pese al mal trago que nos dio el dopping de Maribel Moreno.

Pero no estuvo sola: Vivi Ruano y Anabel Medina fueron medalla de plata en tenis. Otras se quedaron cerca, pero no por ello tiene menos mérito. Leire Iglesias, Maides Unda o Esther San Miguel fueron otras de las participantes que se quedaron a las puertas de la medalla. Hubo más, claro esta.
Citó a propósito el elenco femenino no para diferenciarlo del masculino. Al contrario, lo cito para dar un dato que define a la mujer y su capacidad para el deporte o para todo lo que emprenda. La participación femenina española en Pekín supuso el 43% del total de los atletas. Partiendo de un 18% del total de fichas en el deporte femenino español. Lo que quiere decir que siendo tan pocas lo hacen mejor. Son más capaces.

En los hombres podemos destacar a muchos. Esta por supuesto Rafa Nadal como número uno en todos los sentidos. También en el de sacrificio del que hablamos.

David Cal que se trajo dos platas. Y seguirá intentándolo. O el cuarto y quinto puesto de Gómez Noya e Iván Raña, respectivamente, con lo que exige el triathlon.

Y que decir de dos policías, Carlos Pérez Rial y Saúl Craviotto, que seguro que han cambiado turnos con todo el cuartel para poder entrenar a destajo y ser la sorpresa dorada del K2.

Y hasta los ÑBA y compañía que nos hicieron pasar una final de baloncesto que remató cuando Kobe Bryant nos anotó -a dos puntos en el marcador- el triple del "silencio" que hizo callar con el dedo en la boca a todo el planeta tierra. Perdimos, es cierto, pero que bien lo pasamos. Esto es el Deporte, ahora si, con mayúsculas.

Este esfuerzo que reconozco y proclamo es lo que hecho en falta en una juventud española que esta dando peligrosos síntomas de padecer una enfermedad que, descrita por las cifras; ni tiene diagnóstico, ni se le pone remedio.

Según declaraciones del Director de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción que acabo de leer, en España los jóvenes empiezan a consumir alcohol a los 13 años, cannabis (porros) a los 14, y cocaína a los 15; siendo además nuestro país el primer consumidor, de esta última droga, de la Unión Europea. También ocupamos uno de los primeros puestos de Europa en fracaso escolar; por ello algunos se preguntan si están las drogas en el origen del mismo, o por el contrario es el fracaso escolar el que conduce al consumo prematuro de drogas.

A este dato que sin duda debiera hacer sonar todas las alarmas, sumen el aumento de la obesidad infantil, y una de sus consecuencias más graves. Ha aumentado el número de casos de diabetes infantil.
Todo ello en un país, España, que desde el punto de vista del deporte, parece, que solo tiene un tema. El fútbol.

Y lo que es peor y más grave. Lo que da magnitud del mal que nos aqueja. En España solo se concibe el deporte como triunfo y no como cultura.

Hacer deporte por cultura, bienestar y salud, todavía no es una forma de vida.

Y menos en los jóvenes. La prueba esta en la poca transcendencia que tiene el deporte escolar y ya no digamos el deporte universitario. Ambos son auténticos “fantasmas” de nuestra vida cotidiana y de la información periodística. Periodismo al que habá que dedicarle -algún día- un capítulo propio para señalar el daño que hace y como lo hace a la sociedad y sobre todo a la juventud al no reflejar valores y solo acontecimientos.

Es en el ámbito del fútbol donde, aparte de no clasificarnos para Pekín -esto es lo de menos- es ahí, repito, en ese espejo donde se miran los críos. Y el reflejo que ven, al menos ahora mismo, es lo "quejicas" que son "deportistas" de elite con contratos astronómicos que no hacen más que repetir que no están a gusto, ni con lo que le pagan. Ni con el "cariño" de la afición.

Este verano nos ha dejado unas perlas que -no solo venden portadas de periódicos- sino que son ese escaparate que llena las ilusiones de los críos como si fuesen pompas de jabón.

Cristiano Ronaldo, Arshavin, Ronaldinho, Robinho todos han sido tentados de la misma forma, con mucho dinero. Del que menos sabemos, sin duda, es del ruso Arshavin. El dinero que manejan algunos en la antigua URSS, es tan obsceno y hasta me atrevo a escribir "dudoso" como el que utilizan los jeques árabes para llevarse en un abrir y cerrar de ojos a Robinho al Manchester City, del que las únicas noticias certeras que teníamos es que viste de azul celeste.

En una anterior editorial escribí porque mundos de Asia, USA y Sudáfrica se mueve la premier inglesa, no viene al caso repetirlos, pero si recordar que, lo que nos diferencia de ellos, es que las aficiones -juegue quien juegue en el equipo-responden siempre. Al mejor estilo del Atlético de Madrid que cuando bajo a segunda iba más gente al Manzanares.

Es por eso que poco le podemos pedir a esta juventud que, por un lado nos alarma y por otro se manifiesta en acciones y organizaciones de voluntariado, si antes no somos capaces de descodificar el mensaje tan efímero que manda el fútbol.

Un mensaje tan efímero, tan poco duradero -hay algo que dure menos que el resultado de un partido de fútbol- un mensaje que amplificado y glorificado a la enésima potencia por la televisión, les hace llegar a unos críos y no tan críos que CR7 -un logo de marca-, y una marca es una imagen mental, o Ronaldinho, o Robinho son el ejemplo de la cultura del deporte en su máxima expresión. Y esto que sin duda es falso. Falso hasta la mentira, tiene otro agravante, no es nada ejemplar.

Porque esos adulados deportistas suelen carecer de una formación o cultura que les haga, ya no digo importantes sino tan solo interesantes fuera de los siete mil metros cuadrados del campo de fútbol. Ellos no pueden ni deben ser el ejemplo para la juventud.
Y que conste que soy de los que piensa que no toda la culpa parte de los mismos futbolistas. Parte de una sociedad: los padres, los padres que no son capaces de reflejarles valores auténticos que si tienen otros deportistas. Sumen a la palabra sociedad: periodismo, clubes deportivos, educación escolar y universitaria y ya se podrán hacer una composición de lugar más exacta.

Vi llegar a Gómez Noya, cuarto, la medalla de "chocolate" agarrándose al costado por el dolor y la fatiga que se habían apoderado de todas sus fuerzas.
Y lo vi llegar a España para ser recibido por su discreta familia. Padre y Madre. Lo mismo puedo escribir de Deferr. De las chicas de natación sincronizada. África su ejercicio de la final, es alta cultura. Donde no falta la música que lo hace grandioso.
Y que tendría que decir de Almudena Cid -solo una cosa- que me hizo llorar cuando se fue del tapiz besándolo entre un mar de lágrimas. Decía adiós a cuatro olimpiadas: Atlanta, Sydney, Atenas y Pekín. Trabajando a diario desde los 7 años. Decía adiós, confesando, que por fin se podría poner tacones. Dijo adiós dando las gracias.
Debiera ser poeta yo mismo, para encontrar las palabras de agradecimiento que se merecen cada uno de los olímpicos y paraolimpicos (¿han visto jugar al brasilero Alves en el fútbol de ciegos?) de todos los países que hicieron sentirme participe de una especie: la Humana, que se honra a si misma cada cuatro años y que debiera ser el ejemplo a seguir por la sociedad de masas. Y no el fútbol -al menos el profesional-.

Edición nº 17 - Septiembre 2008



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