Editorial de la Edición 102
Por Oscar Cano
Redactor de fútbol-tactico
Por Oscar Cano
Redactor de fútbol-tactico
La relativización del resultado
Desgraciadamente, los entrenadores nos estamos dejando arrastrar por esa corriente externa al juego y a nuestro trabajo que dictamina que cuando se ha caído derrotado es que el equipo ha hecho mal las cosas, y cuando se ha ganado todo ha sido llevado a cabo con maestría y precisión.
Tengo la suerte de que en mi labor actual observo y analizo muchos partidos durante la semana. Alejado de la contaminación del marcador, de su a veces irreal veredicto, mi mirada se torna mucho más limpia de prejuicios. Distingo a muchos equipos que aun perdiendo considero que están muy cercanos a futuras y cuantiosas victorias por la calidad de su proceder.
Sin embargo, estos mismos equipos modifican sus ideales porque el tanteador final les fue esquivo. Parecen no fiarse de todo lo bueno que construyeron o, peor aún, sus técnicos no supieron verlo, apreciarlo con la importancia que merecía e insistir en su manifestación. Del mismo modo, muchos de los conjuntos que ganan sin saber porqué, que basan sus puntuales éxitos en cuestiones que irremediablemente desaparecerán, siguen sin modificar sus patrones de organización porque se engañan a sí mismos considerando que todo está bien hecho.
Los entrenadores no podemos vivir focalizando la atención y dando toda la trascendencia a los dígitos finales de cada enfrentamiento competitivo. Nuestra capacidad de análisis no debe quedar atrapada en los números circunstanciales, debe ir más allá, debe recorrer los procesos proyectados, estimar algo más que el simple producto. Sin esa revisión profunda de las conductas colectivas, del peso que tienen en el juego, imagínense que hubiese sido de este juego.
Traten de vislumbrar cómo hubiese sido la evolución de este deporte sin aquellos que supieron ver más allá del resultado para, precisamente obtenerlos merecidamente. Imaginen que Cruyff hubiese desistido en la implementación de sus ideales en el Barça por no haber conseguido apenas títulos en sus primeros años. ¿Qué sería del actual Bayern de Múnich si Pep Guardiola se hubiese rendido al salir derrotado en su primera final disputada frente al Dortmund de Klopp o al sucumbir en Champions de manera abultada frente al Real Madrid? A todos nos encanta ganar, pero nadie nos enseña que aún perdiendo estamos ganando. Los “resultadistas” tampoco entienden que en ocasiones están perdiendo un en cada victoria
Tengo la suerte de que en mi labor actual observo y analizo muchos partidos durante la semana. Alejado de la contaminación del marcador, de su a veces irreal veredicto, mi mirada se torna mucho más limpia de prejuicios. Distingo a muchos equipos que aun perdiendo considero que están muy cercanos a futuras y cuantiosas victorias por la calidad de su proceder.
Sin embargo, estos mismos equipos modifican sus ideales porque el tanteador final les fue esquivo. Parecen no fiarse de todo lo bueno que construyeron o, peor aún, sus técnicos no supieron verlo, apreciarlo con la importancia que merecía e insistir en su manifestación. Del mismo modo, muchos de los conjuntos que ganan sin saber porqué, que basan sus puntuales éxitos en cuestiones que irremediablemente desaparecerán, siguen sin modificar sus patrones de organización porque se engañan a sí mismos considerando que todo está bien hecho.
Los entrenadores no podemos vivir focalizando la atención y dando toda la trascendencia a los dígitos finales de cada enfrentamiento competitivo. Nuestra capacidad de análisis no debe quedar atrapada en los números circunstanciales, debe ir más allá, debe recorrer los procesos proyectados, estimar algo más que el simple producto. Sin esa revisión profunda de las conductas colectivas, del peso que tienen en el juego, imagínense que hubiese sido de este juego.
Traten de vislumbrar cómo hubiese sido la evolución de este deporte sin aquellos que supieron ver más allá del resultado para, precisamente obtenerlos merecidamente. Imaginen que Cruyff hubiese desistido en la implementación de sus ideales en el Barça por no haber conseguido apenas títulos en sus primeros años. ¿Qué sería del actual Bayern de Múnich si Pep Guardiola se hubiese rendido al salir derrotado en su primera final disputada frente al Dortmund de Klopp o al sucumbir en Champions de manera abultada frente al Real Madrid? A todos nos encanta ganar, pero nadie nos enseña que aún perdiendo estamos ganando. Los “resultadistas” tampoco entienden que en ocasiones están perdiendo un en cada victoria
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