Oscar Cano

Editorial de la Edición  104

- Oscar Cano / Entrenador Nacional Nivel III R.F.E.F

EL CLÁSICO Y LOS LUGARES COMUNES

El fútbol, a nivel mediático, ha tomado unos derroteros que alejan cada vez más del juego a la gente que se acerca estimulada por las maniobras de los que impulsan el balón en el terreno de juego.

La comodidad argumental, la desidia impuesta en esta sociedad tan orientada a no hacernos sujetos reflexivos, definitivamente nos deja huérfanos de una observación de calidad.

Si no existe capacidad para analizar de manera conveniente lo que ocurre en el juego, todo juicio se posa irremediablemente en esos lugares comunes donde el tópico de fácil absorción se apodera de la sensibilidad del que quiere ofrecer una explicación de los hechos. Lo lamentable no es que el aficionado o el informador de turno, tan invadido por estos triviales razonamientos, emita una opinión de escaso peso futbolístico. Lo verdaderamente triste es ver como profesionales del más alto nivel también se amparan en estas mentiras, se abrigan con el gabán de lo absurdo, para razonar lo que ha ocurrido durante noventa y pocos minutos en el estadio.

Una vez concluido el clásico de la liga española entre Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona, los ríos de tinta vertidos por los periódicos deportivos y las incontables palabras emitidas por los periodistas futboleros coincidían en culpar a la falta de ímpetu como el elemento clave por el que el equipo de Luis Enrique pintaba la cara al de Rafa Benítez.

La osadía de determinados charlatanes se irradió de tal manera por los circuitos del planeta fútbol que casi todos los profesionales quedamos convencidos de que había sido una cuestión de carácter, de predisposición volitiva, de ausencia de ardor guerrero, la causante de la pésima imagen dada por los chicos de Florentino Pérez.

Resulta escandaloso que los entrenadores nos unamos al club de la “falta de intensidad”, de la “precaria condición física” y demás despropósitos para estimar el rendimiento de un equipo de fútbol.

Lo que ocurrió en el Santiago Bernabéu tiene que ver con la correspondencia entre las cualidades de los futbolistas de un conjunto, el azulgrana, que decide siempre jugar a lo que sabe y debe jugar.
La complementariedad entre las características de sus jugadores, y los conceptos que irrumpen de esa forma tan fabulosa de relacionarse, les condujo a practicar un fútbol redondo, armonioso, de alto valor estético y tremendamente eficaz.

Quizá el Real Madrid corrió en exceso, se descompuso en ese infructuoso esfuerzo relacionado con tratar de entenderse desde capacidades opuestas.