Sin lugar a dudas, en fútbol, como en cualquier otro ámbito, se evoluciona a través de las personas que se atreven a ir más allá de lo dado.
Las modificaciones que emprenden los que no se conforman únicamente con lo existente convierten este deporte en algo que sigue inquietándonos.
En los últimos años, uno de los puestos específicos en los que más se han alterado las intervenciones es en el de portero.
La imposibilidad de agarrar con las manos cualquier balón que proceda de las botas de algún compañero empezó a educarles en el juego de pies.
Durante los primeros años, sin el miedo superado, sus conductas se redujeron a patear el esférico que les llegaba para alejarlo de sus inmediaciones y reducir, eso pensaban, el riesgo de ser batidos.
La llegada a la elite de algunos técnicos les indicó que podían ser un elemento más en la construcción de situaciones de progresión, que podían aprender a jugar como uno más.
Así, algunos guardametas comenzaron a comprender la trascendencia de sus intervenciones para que sus equipos aumentaran la calidad de la circulación de balón.
Se convirtieron en ese componente extra de la primera línea de ataque que, sin abandonar el eje longitudinal, daba apoyo a los centrales y pasaba de manera sencilla.
Ahora son mucho más. Por fin hemos entendido que el portero es fundamental para adquirir superioridades numéricas y posicionales, que está capacitado para fijar, que jugar lejos de la línea de gol permite a sus equipos no perder la tenencia de la pelota.
En la actualidad vemos a Neuer, Bravo o Ter Stegen tomar decisiones con el balón, dignas de los mejores centrocampistas, en pos de liberar de oposición a jugadores cercanos, intermedios o alejados.
La adquisición de estas habilidades se ha gestado a partir de tomar conciencia de que no hay mejor manera de proteger la meta que acompañar al equipo en ese vital proceso de avanzar sin perder la posesión del balón.
Los mejores porteros del mundo son aquellos que detienen de manera eficaz los lanzamientos del contrario y, del mismo modo, interrumpen las posibilidades de éxito en la presión alta de los adversarios.