El fútbol es un maravilloso juego que se encarga de desdecir las numerosas tonterías desde donde quieren asentarse los que poco lo conocen pero quieren desvalijarlo, así como también es un deporte que acaba desnudando a los impostores.
Decía Marcelo Bielsa que en cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso si es lo importante; lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es cuento para vendernos una realidad que no es tal.
La sentencia nos ubica en unas claves de difícil acceso si todo lo vamos clasificando en función de ser victoriosos o caer derrotados.
A saber. Todos nos sentimos atraídos por los victoriosos sean cual sean los ideales sobre los que se construyeron, así como evitamos ser relacionados con los que perdieron en ese momento.
Pero el fútbol es sabio como todo juego que se precie. En la actualidad, los vencedores son los vencidos.
Mourinho no mejora al maltratado Van Gaal, Simeone parece no saber gestionar la plantilla con más talento que ha dirigido y a Pep Guardiola le aconsejan sus detractores que debe darle más importancia a los duelos que al balón en un contexto tan exigente y distinto como el de la Premier League.
Bobadas. Todos ellos ganaron aprovechándose de las excelsas capacidades de los jugadores que dirigían así como de las múltiples variables incontrolables que en esos momentos se pusieron a favor de ellos.
Por eso, me enorgullezco de tener gusto propio, de no dejarme movilizar por las apariencias resultadistas, de vincularme a los procesos que mejor casan con mi sensibilidad.
Respetando al que no piensa del mismo modo que yo, siempre fui y seré admirador de Juanma Lillo, actual ideólogo, junto a Sampaoli del equipo que mejor juega de Europa, el Sevilla F. C.
Defenderé a Guardiola siempre y cuando no pierda su esencia innovadora y siga diciendo, por activa y por pasivamente, que los jugadores son los principales protagonistas de este juego.
Ganen, empaten o pierdan, evitaré inventarle capacidades excelsas o tristemente mundanas, en función de un marcador, a los entrenadores porque los genios están sobre la hierba y dentro de los limites mascados a través de unas lineas blancas pintadas sobre la misma. Siempre iré con lo que me emociona