Considero que las secretarías técnicas deberían evitar ser seducidas por la horrorosa implementación de los dígitos y las fórmulas matemáticas aplicadas al fútbol.
Es un cuento macabro que quieren vender aquellos que se lucran a través de hacernos creer que la incertidumbre es controlable, que lo vivo se mide mediante sofisticadas ecuaciones numéricas.
Sin que la complementariedad sea el criterio que rija cualquier incorporación, el juego deja de ser lo que es para empezar a parecer, nunca ser, lo que quieren que sea.
Llegó Jovetic a Sevilla con la clara intención de embarcarse en un navío que llevaba un ritmo elevado.
Ante tan dificultosa labor, según los científicos, el montenegrino debía apelar al tiempo como base de su adaptación al equipo y los conceptos construidos por el mismo.
Con lo que no contaban los eruditos de lo cuantitativo, era con que la realidad les iba a volver a arrugar sus impresas tablas de Excel.
Jovetic estaba potencialmente adaptado a las supuestas novedades contextuales. El atacante ya había llegado antes de aterrizar en Sevilla, ya pertenecía a la organización antes incluso a haberla visto por televisión.
Sus complementarias cualidades, en relación al resto de sus compañeros, habían superado a cualquier dato que pronosticaban los aduladores del dígito.
Sin haber pisado el mismo terreno de juego, Jovetic ya jugaba con los demás jugadores del cuadro hispalense.
Ha pasado también con el francés Nasri y pasará casi siempre que la elección del jugador a incorporar esté condicionada por sus posibilidades de potenciar y potenciarse con el resto.
Por eso es artesanal nuestra labor, porque se basa en observar el contexto habido y pretendido y conjeturar hasta hacer realidad ese patrón de organización posibilitado.
Si a estos jugadores les medimos sus pases acertados, sus goles, sus kilómetros recorridos, el porcentaje de ayudas defensivas realizadas y demás bobadas, no hubiesen firmado nunca en el equipo que actualmente juega el mejor fútbol de Europa.
Menos mal que sus entrenadores dedicaron más tiempo en imaginar lo que querían hacer que en examinar el cómputo de sus intervenciones previas