Que Pep Guardiola representa la verdadera esencia del cargo de entrenador es una realidad incontestable. Aúna la pasión por crear contextos favorables, la capacidad para revelar condiciones en sus jugadores que ni siquiera ellos creían poseer, y hasta le podríamos definir con esa excelente sentencia de Alice Munro, Premio Nobel de Literatura en 2013, que matiza que la felicidad constante es la curiosidad.
Es absolutamente lógico pensar que sus equipos jamás se podrán parecer al Barça de los centrocampistas. Ningún conjunto puede emular a otro puesto que los jugadores son distintos.
Guardiola, como el mismo indica, siempre tratará de ser protagonista a través de los procesos ordenados que establece una buena circulación de balón.
Todos los que estamos dentro del circo balompédico sabemos de la carencia de centrocampistas del perfil de Xavi o Iniesta. En eso pocos tenemos dudas.
Sin embargo, tanto en el Bayern de Múnich como en la actualidad en el Manchester City, la ausencia de ese talento tan escaso se hace muy patente.
Tanto que en muchas ocasiones los que ocupan esos lugares desde donde se procesa el juego de un equipo tienen, permítanme la expresión desde el respeto, cualquier nombre.
Personalmente, me apasiona sentarme frente a cualquier pantalla y descubrir lo que el catalán nos prepara para afrontar eliminatorias complicadas, pero reconozco que llevo alguna que otra temporada echando en falta mejores constructores en las zonas habilitadas para ello. Se que no es fácil y que las exigencias en ese tipo de clubes se centran en vencer y seguir venciendo.
Tampoco debe ser tarea sencilla sustituir a Ilkay Gündogan, a priori el futbolista llamado a juntarse con Silva para que los procedimientos se ordenaran a través de eso llamado saber jugar.
Es irrebatible que enseñarles los tiempos con los que se juega bien al fútbol a jugadores que se construyeron bajo el paraguas del vértigo debe ser un trabajo áspero, que ante obsesivas presiones los espacios para transitar se agrandan si los primeros pasadores consiguen acertar.
El fútbol inglés, del mismo modo que el alemán, no funciona con conceptos cruyffistas, así que implementar algo contrario a la generalidad se torna dificultoso. De cualquier forma, yo sigo esperando desde una perspectiva egoísta, que entre los candidatos a pertenecer a la plantilla del City estén, junto a los citados laterales o atacantes, interiores que consigan que el desenfreno reinante pase a llamarse sometimiento real.