En la historia del fútbol, únicamente dos argentinos, Messi y Diego Maradona, nos han hecho dudar sobre si este deporte es verdaderamente colectivo o individual.
Se afanan los expertos, y los encargados de generar opinión abusando de la suya propia, en buscar la justificación del porqué la selección argentina hace tiempo que no está al nivel que se le presupone por historia.
Corren ríos de tinta y de palabras, vacíos de contenido, que acaban con la criminalización de determinados técnicos, futbolistas o dirigentes.
Bajo mi punto de vista, el problema es mucho más profundo, va más allá de lo que tratan de hacernos ver los interesados en crear polémica.
Sudamérica se ha convertido en uno de esos paraísos en los que los empresarios que especulan con los deportistas.
Para mover a futbolistas, nada más rentable que elegir a aquellos que intervienen en esos lugares que denominan como determinantes, es decir, las áreas.
Como ese es el absurdo criterio, los jugadores, desde bien pequeñitos, sueñan en los potreros, otrora grandes espacios donde fomentar el talento, con ser centrales agresivos o delanteros imponentes.
Y así, de ese cruel modo, han ido cambiando la fisionomía de un país que era cuna de la pausa, del gusto por acelerar desde la quietud, del buen juego.
Y en ese horrible contexto, rodeado de jugadores incapaces de estructurarse a distintas alturas y ejes, sin nadie que le secunde para acumular secuencias de pase reveladoras de orden, vive Leo Messi, el mejor jugador de todos los tiempos.
Tal es el disparate, que llegan a acusarle hasta de falta de liderazgo.
La persona que, desde el silencio, más cercana a la elite mantiene a una selección de difícil construcción colectiva es vilipendiado a menudo.
Imaginen cuántas eurocopas o mundiales podrían tener Alemania o España en el caso de que el crack de Rosario hubiese nacido en Dortmund o Tarragona.
Por ello, llegar hasta el final en cualquiera de los torneos en los que compite la albiceleste es un triunfo sin discusión alguna.
Por eso, jamás volveremos a ver a alguien tan determinante sobre un terreno de juego