Hemos entrado en una dinámica peligrosa. Esa que dicta que ganar una Liga ya no es suficiente. Le ha ocurrido a Unai Emery, quien saldrá este próximo verano del PSG. Los galos, además, han ganado el resto de competiciones en Francia. Sin embargo, eso no vale. La misma sensación tienen en el Manchester City con Pep Guardiola, aunque, en este caso, la figura de Guardiola no se discute. También en el FC Barcelona, donde Ernesto Valverde ha ganado el doblete. Sí, ¡el doblete!: Liga y Copa. A pesar de eso, algunos han puesto en duda la figura del entrenador.
Increíble, pero cierto.Así vive el fútbol actual, donde se exige ganar la Champions League. Pero paremos un momento. El Real Madrid es el equipo que más la ha ganado: doce veces. Doce veces en más setenta ediciones. Eso habla de la necesidad de cambiar la óptica: la Champions League no es y no debe ser nunca una exigencia para nadie. Aunque no lo entiende así el PSG, quien lleva dos años gastando montañas de dinero para subirse a lo más alto.
No lo ha conseguido, y eso ha originado una ola de frustración que se llevara todo por delante. También puede que el futuro del club si los jeques no tienen paciencia. Un equipo que en toda su historia solo ha ganado siete ligas francesas. Las prisas nunca han sido buenas. Y menos en el fútbol.
El doblete del Barcelona no debe quedar emborronado por lo ocurrido en Champions. Por supuesto, es normal que duela la forma de perder ante la Roma, pero la temporada de Valverde es de sobresaliente. Como la de Pep Guardiola en el Manchester City. Los ingleses han sido claros dominadores en las islas. Con un fútbol y una filosofía propia. Es cierto que falló en los cuartos de final de la Champions ante el Liverpool. Sin embargo, en el fútbol no siempre gana el mejor a dos partidos, y menos cuando enfrente está Klopp. Toca parar y pensar. Un cambio de entrenador no puede depender de ganar la Champions. En Europa solo gana uno. La Liga, independientemente del país, es un trofeo de caza mayor. No lo olvidemos. Si lo hacemos será imposible vivir en los banquillos.