Así fue el estadio siempre blanquiazul de Riazor. Rojo. Y lo defino rojo en el doble sentido de la palabra. Aquel que responde al evidente color rojo de la camiseta de la selección española. Y al concepto de rojo político que en los lejanos tiempos de la segunda República española tenían unos ideales y defendían unos conceptos tan actuales y necesarios como los viejos principios republicanos de libertad, igualdad y fraternidad. Fraternidad tan olvidada hoy en día. Por todos. No solo por unos pocos. Por todos.
Así veo y vi jugar en Riazor, a la selección española de fútbol que otros llaman España y ya se definen. Particularmente cuando veo jugar a la selección veo fútbol. No veo España, aunque efectivamente, el fútbol y la selección formen parte de España.
Pero no nos confundamos, desde el año 1964 hasta el 2006 no fuimos capaces de ganar ningún campeonato como selección. Fuimos de decepción en decepción y no pasó nada. Ni desapareció España tampoco se vendió Navarra al Pais Vasco- ni se acabó el mundo. Y no por la falta de títulos, yo y millones de aficionados en este país dejamos de seguir a la selección. Todo siguió igual. Más aún, el fútbol no es más que un juego para divertir y divertirse. Por desgracia casi todos lo están convirtiendo en un negocio. Lucrativo para muchos y con alguna suciedad escondida e inconfesable para unos pocos.
Pero porque esto es un juego y el juego siempre, siempre será impredecible, cada veinte o treinta años surge un momento plagado de grandes futbolistas que convierten este juego en todo un placer. Tanto deportivo como estético.
Es el caso de España. De la selección española. No solo es campeona de Europa y ya esta clasificada para el mundial de Sudáfrica sino que es un espectáculo en el campo. Y lo es desde un principio indiscutible en este juego. La técnica. La habilidad para pasar y controlar el balón. A un toque mejor que a dos. A tres eres un inútil, le decía Cruyff a un chaval llamado Guardiola. Sumen a ello un concepto sin el cual no puede hablarse de fútbol: Saber jugar.
Definir que es saber jugar es sencillo, que no simple. Saber jugar es conocer el juego desde dentro. Dominar el espacio, el propio y el ajeno. Anticipar movimientos, propios y ajenos. Creando y ocupando espacios. Todo ello controlando la velocidad y el tiempo. Si, si casi parece danza. Y esta muy cerca de serlo. Y tiene música. Suena. Saber jugar es saber porque pasan las cosas que pasan durante el partido. Y saber cambiarlas si es necesario. Saber tocar. De oído o leyendo la partitura. Saber leer el partido.
Contra Bélgica lo consiguieron, fundamentalmente a la salida del segundo tiempo. Y contra Slovenia, también.
Son selecciones inferiores, es cierto. Pero cuando juegan contra España equipos de ese nivel, reciben los goles que el juego colectivo genera y resuelve. Y que las diferencias previas marcan. Cinco a Bélgica y tres a Slovenia. Es decir, son inferiores y se lo demuestran con argumentos: goles.
Contra España, al igual que sucedió contra el Barça la temporada pasada, los equipos encajan los goles que marcan la diferencia entre la calidad de los jugadores. Cinco el Depor, el Valladolid, Almería, seis el Sporting y el Real Madrid, les marcó el club catalán. Y en el fondo del asunto, la forma. El como lo hacen. El estilo. Estilo Barça.
No insistiré más. España juega y gana porqué como dice Guardiola: yo no tengo un metódo, tengo grandes jugadores.
Grandes jugadores que para mi tienen nombre y apellidos, aunque solo los citare por el apellido. Casillas, Piqué (vuelve el libero), Puyol, Xavi, Cesc, Senna, Iniesta, Silva, Mata, Alonso, y los laterales. El derecho para Cazorla. (Solo copio, no soy innovador. Cruyff lo hizo con Eusebio, el hoy entrenador del Celta y posteriormente con Celades).
Me he dejado a propósito a los delanteros. Ni uno, ni dos. Ni tres con Güiza. Particularmente jugaría con todos los medios sin ningún delantero, porque sinceramente, para que les voy a engañar, me parece más fraterno el juego de los medios que el de los delanteros. No sé si me explico. Quiero decir que soy Rojo.