A nuestro redactor, Tomas Magaña, le bastaron unos minutos de conversación con Verónica Boquete (Santiago de Compostela, 9/IV/1987) para comprobar que es una luchadora nata y porque está considerada una de las mejores jugadores del fútbol femenino mundial. Porque ése, la lucha, era el único camino para conseguir dedicarse a su pasión, el fútbol. Mientras los niños de su edad sólo se preocupaban de aprender a regatear y meter goles, a ella le tocó pelear contra normas injustas y barreras rancias, reclamando un derecho tan básico e inalienable como el de jugar y disfrutar en igualdad de condiciones. Como en los cuentos, el sufrimiento y el esfuerzo acabaron alumbrando el cumplimiento de un sueño. Seguro que quienes miraban con desdén a aquella chica que destacaba en el Belvís, en un territorio antes exclusivamente masculino, nunca habrían imaginado que acabaría siendo un icono: considerada una de las mejores del mundo, tal vez la mejor española de todos los tiempos; pero por encima de todo, admirada y respetada por el tesón y el sacrificio que ha demostrado a lo largo de su carrera. Llegada a lo más alto, no ha rebajado sino reforzado su compromiso con las niñas que comparten su ilusión por la pelota.