Cuando a un futbolista o a un entrenador no le sale nada en el campo se refleja en sus posteriores acciones y su mente empieza a perder el control y la concentración con juicios, críticas y reproches hacia uno mismo o hacia los demás. Parece que cuando entramos en esta dinámica todo se vuelve en nuestra contra y que cada acción desencadena otra peor, conduciéndonos a obtener un resultado negativo o a tener una actuación gris o poco brillante para el nivel que tenemos. El jugador da un mal pase, empieza a darle vueltas a la cabeza y eso hace que a la siguiente jugada tampoco acierte con la acción.
El entrenador pierde los nevios porque ve algo que no le gusta en el campo o porque el árbitro ha pitado algo incorrecto y eso hace que pierda la concentración y no sepa leer bien el partido.