En el fútbol moderno es cada vez más frecuente que los futbolistas modifiquen su posición natural, en busca de un equilibrio entre las cualidades individuales y la necesidad colectiva. Abundan los mediocentros que se reubican en la defensa para ayudar a construir desde atrás, o los hombres de banda que alternan las demarcaciones de lateral y extremo. Más complicado es, sin embargo, que un ariete rematador de toda la vida sea capaz de acondicionar su juego a zonas alejadas al área. Eso es lo que ha conseguido Cristhian Stuani, una insólita evolución que le ha dado la titularidad en el Espanyol y le ha convertido en firme candidato a disputar la Copa del Mundo de Brasil con la camiseta de la selección uruguaya.