Con el comienzo de los cursos de entrenador también iniciábamos ese trayecto hacia donde se detuvieron y enclaustraron las experiencias de unos pocos. Cada profesor se esforzaba en reclutar discípulos a través de divulgar su verdad y reprimir cualquier conato de pensamiento propio que pudiese contrariar o cuestionar las certezas expresadas.
Contraataques a pocos toques, empezar el ataque por un lado y acabarlo por el opuesto; un centrocampista para crear y otro para destruir; repliegue de todos los componentes del equipo; evitar el regate y los pases horizontales, y un sinfín de conceptos clausurados, se alojaban en nuestra conciencia evitando un conocimiento más rico y flexible que aquel que emitía el que nos enseñaba la lección.