Algún día les voy a contar a mis nietos que yo entrené a Messi. (Guardiola).
Estamos tan alejados de comprender este juego, que la lucha de los entrenadores se centra ahora en hacer creer al entorno que lo que acontece en la cancha pertenece a nuestras intenciones.
Lo vivo, máxime si pertenece a quienes tienen la oportunidad de ir transformándolo, no puede ser advertido con exactitud porque cambia permanentemente.
Aún así, se generan prejuicios positivos o negativos en función de los intereses que se hayan creado para catapultar o sepultar al entrenador de turno.
Cuando los que ganan caen bien, todo lo que ocurrió perteneció a un método estratégico milimétricamente meditado, mientras si la victoria cae de lado de los que no cayeron de pie en esta selva, nos señalan que todo el mérito correspondió a la revelación estelar de algún atacante en cuestión.
Luis Enrique tiene la bendita costumbre de no atender en exceso al ruido y centrarse en las nueces. Sabe, como cualquier bicho viviente, que la aportación de Leo Messi es directamente proporcional a las opciones de conquistar títulos que tiene su Barça.
Pero Messi no juega sólo. Si se quiere obtener todo el beneficio de su talento hay que generar condiciones estructurales y funcionales concretas.
Su instinto de librepensador requiere de una organización que le acerque a los complementarios, y para ello hay que facilitarles a todos las circunstancias.
Para que el argentino pueda aparecer por cualquier espacio determinante, hay que innovar contextos en los que su supremacía sea tan patente como evidente el crecimiento de todos cuantos le circundan.
Recuerden que somos seres sociales, que somos lo que somos por quienes estamos rodeados y por la forma específica en la que nos relacionamos.
Si algo definitivo tiene la figura del técnico es precisamente la de establecer una red de relaciones que garantice que los procesos se ajusten a los criterios de éxito del modelo implementado.
Sin jugadores excelentes es imposible la excelencia, pero sin alguien que los comprenda y que entienda que todo emerge de su vinculación efectiva y afectiva es igualmente irrealizable un fútbol que contenga determinación y grandeza.