Editorial de la Edición 99
Por Oscar Cano
Redator de www.Futbol-tactico.com
Por Oscar Cano
Redator de www.Futbol-tactico.com
Brasil, Argentina y la identidad perdida
La Copa de América recién acabada nos ha dejado a una selección brasileña realmente castigada y confundida.
Desde que esa parte falsaria de la ciencia instó a determinados países a acercarse al ideal de juego de los europeos, el caos se instaló en muchos de esos países a los que se les convenció de que en el viejo continente se estaba evolucionando.
La gran prosperidad reside en el no abandono de la propia esencia para, a partir de ella, buscar la excelencia.
En Argentina o Brasil, países referentes del panorama sudamericano, con el objeto de especular con jugadores, se empezaron a imponer entrenamientos y métodos próximos a lo que hacíamos en España, Francia o Alemania. Ahí comenzó su cataclismo futbolístico.
Brasil elige incluso a un entrenador de naturaleza contraria a los valores del país que representa, mientras en Argentina todo queda a expensas de lo que Messi pueda decretar, huérfanos de aquellos centrocampistas que otrora ordenaban el proceso de ataque para que los delanteros culminaran la obra.
¿Por qué tratan de persuadirnos de que lo importante pasa en las áreas? ¿Cómo va a pasar algo realmente trascendente en las áreas sin que todo el juego sea trascendente?
Agüero, Higuaín, Lavezzi, Di María o Messi se sienten asilados de todo aquello que se hace previo a su participación porque al equipo no lo cose la buena circulación de la pelota.
El fútbol, por más que se intente trasmitir lo contrario, no puede ser aquello de “unos atacan y otros equilibran” sino que “todos juegan y hacen jugar” para que la armonía sea una posibilidad real y deje de ser una pretensión ficticia, algo irrealizable.
En estos dos países antes se hablaba del juego, de las capacidades de sus jugadores, de cómo ganar gustando, mientras ahora se centra todo en protegerse y dejar que la inventiva de algún genio nos haga creer que lo disperso es complementario.
En esa cultura de exportar futbolistas, y con la idea implementada de que las cosas pasan en los espacios cercanos a portería, nadie quiere ser centrocampista porque se reducen sus opciones de aterrizar en las ligas de mayor prestigio económico.
Desde que esa parte falsaria de la ciencia instó a determinados países a acercarse al ideal de juego de los europeos, el caos se instaló en muchos de esos países a los que se les convenció de que en el viejo continente se estaba evolucionando.
La gran prosperidad reside en el no abandono de la propia esencia para, a partir de ella, buscar la excelencia.
En Argentina o Brasil, países referentes del panorama sudamericano, con el objeto de especular con jugadores, se empezaron a imponer entrenamientos y métodos próximos a lo que hacíamos en España, Francia o Alemania. Ahí comenzó su cataclismo futbolístico.
Brasil elige incluso a un entrenador de naturaleza contraria a los valores del país que representa, mientras en Argentina todo queda a expensas de lo que Messi pueda decretar, huérfanos de aquellos centrocampistas que otrora ordenaban el proceso de ataque para que los delanteros culminaran la obra.
¿Por qué tratan de persuadirnos de que lo importante pasa en las áreas? ¿Cómo va a pasar algo realmente trascendente en las áreas sin que todo el juego sea trascendente?
Agüero, Higuaín, Lavezzi, Di María o Messi se sienten asilados de todo aquello que se hace previo a su participación porque al equipo no lo cose la buena circulación de la pelota.
El fútbol, por más que se intente trasmitir lo contrario, no puede ser aquello de “unos atacan y otros equilibran” sino que “todos juegan y hacen jugar” para que la armonía sea una posibilidad real y deje de ser una pretensión ficticia, algo irrealizable.
En estos dos países antes se hablaba del juego, de las capacidades de sus jugadores, de cómo ganar gustando, mientras ahora se centra todo en protegerse y dejar que la inventiva de algún genio nos haga creer que lo disperso es complementario.
En esa cultura de exportar futbolistas, y con la idea implementada de que las cosas pasan en los espacios cercanos a portería, nadie quiere ser centrocampista porque se reducen sus opciones de aterrizar en las ligas de mayor prestigio económico.
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