FICHA:
PALMARÉS:
¿Cómo te gustaría que te recuerden? “Básicamente como una persona honesta en un juego en el que muchas veces es difícil ser honesto. En algunas ocasiones tienes que contar una pequeña mentira blanca en períodos complicados, pero me gustaría pensar que he puesto en el juego más de lo que le he quitado”. Son las palabras de Bill Shankly, quien falleció el 29 de septiembre de 1981 de un ataque al corazón, aunque para algunos murió mucho antes, el 12 de julio de 1974, “cuando se le rompió el corazón al abandonar el Liverpool", dijo después Johnny Giles, elegante centrocampista irlandés de la época.
Todo el que llega a Anfield por primera vez tiene dos paradas obligatorias. Una es la vieja puerta con la leyenda ‘You’ll never walk alone’, convertida en un santuario para los 96 aficionados que murieron trágicamente en Hillsborough (Sheffield). El silencio lo domina todo en ese lugar, incluso en los días de partidos. La otra es la estatua de Bill Shankly en la fachada principal del estadio. Los turistas se amontonan en este punto céntrico para hacerse una foto con su figura de fondo, con los brazos estirados hasta el infinito y con una pequeña placa debajo que reza: “El hombre que hizo feliz a la gente”. Shankly representó para el Liverpool eso, la plena felicidad. Él fue capaz de rescatar a un club que estaba hundido antes de comenzar la década de los sesenta. Anfield era un vetusto estadio de fútbol, al igual que Melwood, la ciudad deportiva, anclada en otra época y con unas instalaciones demacradas. Todo a imagen y semejanza de un equipo que caminaba por la Segunda División.
Su llegada al Liverpool
Tom Williams, presidente del Liverpool en esos tiempos, recorrió en coche la distancia que separa Liverpool hasta el condado de Yorkshire para ir en buscar de Bill Shankly, un entrenador que había llamado la atención en el modesto Huddersfield. "Vengo para ofrecerle el cargo de entrenador del mejor equipo posible", le dijo Williams. "Qué pasa, ¿ha hecho las maletas Busby?", respondió Shankly, en referencia al entrenador del Manchester United. Pero la oferta venía de Liverpool, un club al que el Huddersfield había arrasado poco tiempo antes por 5-0. Finalmente Williams consiguió su objetivo: Shankly llegó a Liverpool, para cambiar para siempre la historia del club inglés.
El equipo logró retornar a la Primera División, siempre bajo el trabajo espartano de Bill Shankly, un hombre que vivía por y para el fútbol. No cabía otra opción en un hombre con una profundas ideas socialistas, forjada bajo la mina. Un trabajo que desarrolló en Glenbuck (Escocia), su pueblo natal. Se crió en una familia con diez hijos, cinco de ellos futbolistas. Shankly comenzó jugando en el Scottish Junior Football en 1931, para fichar un año después por el Carlisle United. Sus buenas actuaciones llamaron la atención del Preston North End, club que pagó por él 500 libras. Allí Shankly se convirtió en uno de los pilares del equipo, con 300 partidos y consiguiendo su mayor éxito en 1938, cuando ganó la FA Cup. Shankly también fue internacional por Escocia en siete ocasiones. Un futbolista brillante que vio truncada su carrera por la Segunda Guerra Mundial. Sus últimos años los agotó en el Portsmouth, donde comenzó su camino como entrenador.
Transformó al club
A pesar de una modesta carrera como técnico, Shankly elevó al Liverpool entre los equipos más grandes del país. Lo cambió todo en Anfield. Los jugadores interiorizaron el equipo como suyo. Él fue el que colocó la famosa placa antes de saltar al campo. Esa que avisa de que ‘Esto es Anfield’. “Es para recordar a nuestros muchachos qué camiseta defienden y a nuestros adversarios contra quién juegan”. El entrenador escocés también transformó a sus “muchachos”. A los regulares los hizo buenos, y a los buenos los hizo espectaculares. No tardó en convertir al Liverpool en un equipo ganador: los títulos de Liga en 1963, 1964 y 73, la Copa de 1965 y 1974 y la Copa de la UEFA en 1973. Todo bajo una nueva idea futbolística, en las antípodas del fútbol inglés. Shanklytenía una idea clara, un juego de toque que quedó para siempre. “El fútbol es un juego extremadamente simple. Consiste en dar y recibir pases, controlar la pelota y moverse para recibirla otra vez", explicaba el escocés al que le preguntaba sobre su juego. La herencia de Shankly también quedó en los colores del equipo. Ocurrió en 1964, tras un partido ante el Anderlecht. El Liverpool vistió totalmente de rojo, algo que impresionó al escocés, quien decidió que a partir de entonces ese iba a ser el uniforme oficial de los ‘reds’. Un color que infundía temor y respeto en sus rivales. El entrenador del Liverpool también ‘cultivó’ la rivalidad contra el Everton, al que siempre tenía en sus pensamientos. Fueron miles las frases contra el vecino. “Cuando me aburro miro abajo a ver cómo va el Everton” o "La ciudad de Liverpool tiene dos grandes equipos: el Liverpool, y los reservas del Liverpool".
Una historia que acabó la mañana del 12 de julio de 1974. Sin que nadie se lo esperara, Shankly recorrió los escasos metros que separaban su casa de Anfield para informar que dejaba el club. John Smith, presidente del club, le pidió que por favor no lo hiciera. “"¡Pero eres Shankly, el gran Bill Shankly, no puedes irte de esa manera!", afirmó Smith, conmocionado por la noticia. Shankly pidió además que su despedida fuera simple, sin ninguna pompa ni homenajes. Se quería marchar como yo, sin hacer ruido. “Con un gran pesar como presidente del Liverpool, tengo que informarles que el Señor Shankly nos ha informado que quiere retirarse de la participación activa del fútbol. Y la dirección del club ha tenido que aceptar esa decisión. En este momento me gustaría dejar constancia del gran reconocimiento de esta Junta Directiva de los magníficos logros deportivos de Bill Shankly durante su etapa en el club”, explicó en rueda de prensa Smith, con la sensación de que despedía a un mito, al 'Hombre que había hecho feliz al Liverpool'.
"Mi familia ha sufrido mucho por todo eso"
Shankly explicó poco después de los motivos de su marcha. El fútbol, ese deporte por el que vivió por encima de todo, lo había acabado agotando. "Después de la final de la Copa FA q entré en el vestuario y me sentía cansado de todos los años. Le dije a un tipo que estaba cuidando el vestuario, 'Tráeme una taza de té y un par de pasteles, por el amor de Cristo 'Cuando me senté con mi té y pasteles, mi decisión estaba tomada. Si hubiéramos perdido la final me hubiera llevado a cabo, pero pensé: 'Bueno, hemos ganado la Copa y ahora tal vez es un buen momento para ir. 'Yo sabía que iba a terminar”, señaló el entrenador escocés, quien se dedicó entonces a su mujer y a su familia, a los que había renunciado por su amado deporte. Una situación de la que se daría tiempo años después: “Alguien me dijo que el fútbol era una cuestión de vida o muerte para mí. Y yo le contesté que era mucho más importante que todo eso. Mi familia ha sufrido mucho por todo eso".
Texto: Héctor García/@HektorGS83