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“Soy Zico, no el ‘Pelé’ blanco”. Fueron las palabras de Arthur Antunes Coimbra el pasado 17 de septiembre en la India, donde ahora entrena al FC Goa. Después probar en varios destinos exóticos, Zico aceptó la oferta de ingresar en la Super Liga India, un proyecto Bollywoodiense que intenta despertar el interés por el fútbol en un país con más de 1.2000 millones de habitantes. “No sé porque la gente se refiere a mí como el Pelé blanco. No me gusta, soy simplemente Zico”, añadió el brasileño en la misma rueda de prensa, donde apuntó que la selección brasileña del Mundial de España de 1982 “fue una de las mejores de la historia, pero no pudimos ganar el título. Ha habido otros dos grandes equipos como no lo ganaron, como la Hungría de 1954 o la Holanda de 1974”. Zico, de este modo, reivindicaba a su selección y la situaba cerca de la Brasil del 70’, campeona del mundo en México con una media de 3,2 goles por partido. “La selección del 70 no tuvo rival en ese Mundial, convirtió el fútbol en algo muy cercano al fútbol brasileño, en un carnaval”, añadió la estrella brasileña. Quiera o no, la historia de Zico siempre ha estado cerca de la Pelé, sobre todo en comparaciones a lo largo de toda su carrera. El mismo Pelé llegó a afirmar que Zico era el futbolista que más cerca había estado de él.
Los Mundiales, su "lunar"
A pesar de ser uno de los grandes jugadores de la historia del fútbol mundial, el octavo del siglo XX según la FIFA, Zico, como él mismo reconoce, tiene una gran “lunar” en su carrera: los Mundiales. Jugó tres con su selección: Argentina 1978, España 1982 y México 1986. Pero por una u otras razones en ninguno pudo ganar con la ‘canarinha’. Lo sintió más cerca que nunca en España 1982, pero Brasil quedó encuadra en un grupo previo a la final junto con Argentina e Italia. “Eso sí que era un grupo de la muerte”. El primer encuentro de ese último grupo fue ante Argentina. “En el partido que jugaron Italia y Argentina los europeos le pegaron mucho a Diego, le daban sin parar y llegó al segundo partido de la liguilla nervioso: estaba muy ansioso. Los argentinos tenían un equipo muy potente, con Ardiles, Passarella, Kempes...”. La albiceleste pasó por encima de Brasil, ganando por 1-3 el partido.
Una derrota que condicionó el decisivo encuentro contra Italia, que impuso “su oficio” (3-2). Brasil, con un equipo con estrellas como Sócrates, Falcao, Eder, Junio o el propio Zico, se quedaba sin Mundial. Cuatro años más tarde lo volvió a intentar en México, aunque Zico no pasaba por su mejor momento. “Sabía que era mi última oportunidad para poder ganar un Mundial. Dudé en ir, claro, pero Tele Santana, el seleccionador, me insistió. Me habían operado un par de veces la rodilla. Pero me moría por ir a México, a demostrar que aún me quedaban fútbol y goles por anotar”, comenta el brasileño, quien comenzó ese Mundial en el banquillo: “No salí de titular ningún partido, aguantaba en el banquillo y acostumbraba a jugar los últimos minutos. Una situación difícil de digerir y que acabó en un nuevo mazazo para él en su particular relación con los Mundiales: “Yo no sabía estar entre los suplentes. Llegamos al partido contra Francia, en cuartos de final con empate a cero. En aquella selección francesa estaban Platini, Luis Fernández, Battiston, Rocheteau. En ese partido fallé un penalti que nos podría haber dado el pase a semifinales. Habría sido el 2-1. No lo tiré bien y lo paró Bats. Tuve mala suerte, aunque luego marqué el de la tanda de penaltis del desempate, aunque quedamos eliminados”. Un error que Brasil nunca le perdonó. “Como Zico nunca había ganado un Mundial y sabían que era mi último que disputaría, se exageró todo”, ha señalado en varias entrevistas posteriores.
Familia de futbolistas
Zico, como casi cualquier futbolista brasileño de la época, tuvo unos orígenes humildes. Su padre, Tondela José Antunes Coimbra, llegó de Portugal a los diez años, para ganarse la vida en una panadería. Una labor que compaginaba con su amor al fútbol: fue socio fundador del club de la Gávea y coqueteó con una carrera de guardameta profesional. “Mi madre se quedaba casi siempre en casa, cuidando de nosotros". Fue el quinto de seis hermanos, dos de ellos profesionales: Edu, extremo izquierda del América y Antunes, delantero del Fluminense. “Tener en la familia a dos jugadores que han pasado por todo aquello que vas a enfrentar en el futuro ayuda. Yo pude seguir sus carreras muy de cerca, iba a ver todos los entrenamientos y partidos. Siempre que lo necesitaba, recurría a ellos”, cuenta Zico en una entrevista con FIFA.com. “Pero, aparte de eso, adoraba jugar al fútbol”. A ambos siempre le preguntaba la prensa quién era el mejor de los dos. Y siempre había una respuesta sorprendente por parte de ambos: “el pequeño Arthur”.
Zico siempre fue aficionado del Flamengo, al que iba a ver todos los partidos con su padre, fanático del equipo. “Cada uno que nacía recibía de mi padre el uniforme de la selección brasileña y del Flamengo. Yo fui el último, y sólo quedaba el dorsal número ocho”. A los 14 años su hermano Edu consiguió llevárselo para que pasara una prueba con el América, llegando a jugar con el club un partido. Todo estaba listo para su fichaje, pero antes de firmar llegó la oportunidad de jugar para el club de su vida: el Flamengo. Por supuesto, Arthur no pudo decir no. “Iba a efectuar una prueba, ahí surgió la posibilidad de elegir el Flamengo, y me decanté por él, como es lógico. Mi hermano Edu ya lo había concertado de palabra, pero lo entendió perfectamente, y los dirigentes también. Era una elección de corazón”, añade en esa entrevista con la FIFA.
No obstante, Zico tuvo que esperar dos largos años para poder jugar su primer campeonato con la camiseta del Flamengo. Eran otros tiempos, y su físico, muy frágil, le pasó factura en esos primeros momentos. “Llegué con buenas perspectivas, pero el hecho de ser muy delgado despertaba desconfianza”. Problemas que superó gracias a la ayuda del Preparador Físico José Roberto Francalacci, quien a través de un trabajo muy duro y una dieta especial le ayudó a desarrollar su físico, convirtiéndolo en lo suficientemente potente como para poder jugar con los mejores. “Era la anticipación de un biotipo que yo podría tener, pero tal vez con más años”. Fuerza y calidad se unieron en un futbolista único, que destacó por su tremenda destreza en los lanzamientos de falta. Zico llamó la atención del entrenador paraguayo Fleitas Solich, quien confió en él para subirle a la primera plantilla. Una situación que cambió con Zagallo: el entrenador brasileño consirebada que Zico aún era demasiado joven para jugar en la primera plantilla. Su salto definitivo al estrellato llegó de la mano de Jaubert, técnico que tuvo a Zico en las categorías inferiores. Él le conocía bien y sabía de todo lo que era capaz ese fino y brillante futbolista. “Creo que habría jugado al fútbol de cualquier modo, al final el físico no lo es todo. Es inútil ser fuerte si no se sabe hacer nada. Pero sirve para decir que gané seguridad”. Bajo su liderazgo, con goles de falta impecables, finalizaciones precisas en velocidad, mucha técnica y visión de juego, el Flamengo conquistó seis campeonatos estatales (y una edición adicional en 1979), tres Campeonatos Brasileños, la Copa Unión de 1987 y la Copa Libertadores de América y la Copa Intercontinental en 1981. Sus estadísticas fueron contundentes: 378 goles en 506 partidos.
Salto a Europa
Europa, como no podía ser de otra manera, se fijó en el ‘Pelé blanco’. Las principales ofertas llegaron desde Italia, el AC Milan y la Roma, pero el que apostó más fuerte por él fue el sorprendente Udinese, que llegó hasta los cuatro millones de dólares. Una situación que provocó que la Federación Italiana investigara y parara el fichaje de Zico por el equipo de Friuli, a la espera de garantías económicas. La afición de Udinese llegó a manifestarse ante la acción de la Federación, que no tuvo otra salida que aceptar el fichaje del brasileño por este modesto del fútbol italiano que buscaba meterse entre los grandes del país con Zico. “Muchos astros de todo el planeta se encontraban allí. Todas las miradas del fútbol mundial estaban puestas en Italia en aquella época. Fue un año muy bueno, de confirmación para mí, cumpliendo las expectativas en otro país”, comenta el brasileño con la perspectiva del tiempo. Sin embargo, nada fue como esperaba sobre el césped. Apenas estuvo dos años en Udinese. En el primero no se consiguieron superar los resultados de campañas anteriores y en el segundo se quejó ante la prensa de la falta de ambición de la Directiva, que no firmó más jugadores de calidad. A pesar de todo, la afición del Friuli aún guarda con especial cariño su paso por allí, donde dejó una cifra de 30 goles en 53 partidos, la mayoría de ellos de enorme factura.
Regreso a casa
En 1985, y gracias al apoyo económico de varias compañías, Zico regresó al Flamengo. Pero un mes después de regresar a casa una patada de Marcio Nunes, del Bangu, le destrozó la rodilla. El futbolista brasileño estuvo varios meses fuera del campo, los más duros para él: solo jugó diez partidos entre 1985 y 1986. A pesar de sus pocos encuentros, Zico ayudó al Flamengo a ganar su cuarto título nacional en 1986. En los tres años siguientes el brasileño aumentó su número de partidos y de goles, para finalizar en 1989 su segunda etapa en el club con 23 goles en 74 partidos. En total, Zico jugó 731 partidos con la camiseta del ‘Fla’ (el segundo con más partidos), con la que marcó 508 goles, lo que le coloca como máximo goleador en la historia del club.
En 1991, en una breve retirada, Zico aceptó ser Ministro de Deportes. Un cargo en el que apenas estuvo unas meses, para marcharse después a Japón, con el objetivo de ayudar a la expansión del fútbol en el país del sol naciente. Fichó por el Sumitomo Metal Industries, y contribuyó a crear a profesionalizar la Liga de de Japón, la J.League. Con el profesionalismo, el club cambió de nombre, pasando a llamarse Kashima Antlers. Un modesto que logró competir y ganar a los millonarios Yokohama Marinos and Verdy Kawasaki. Su esfuerzo y calidad fueron reconocidos por todo el pueblo nipón, que le bautizó como el ‘Dios del Fútbol’. Su retirada del fútbol profesional llegó en 1994. Un año después ingresó en el equipo de fútbol playa de Brasil, con el que ganó el Campeonato del mundo. Marcó doce goles, siendo elegido mejor jugador del campeonato. Una afición que mantuvo en los años siguientes y compaginó con su labor en el departamento técnico del Kashima y la apertura de su escuela en Rio de Janeiro.
Banquillo, de más a menos
Su imborrable huella en Japón continuó años más tarde. En 2002, tras la disputa del primer Mundial en Asia, la Federación nipona le llamó para se hiciera cargo de su selección. No importó que Zico apenas tuviera experiencia en los banquillos. Su único acercamiento se produjo en el Mundial de 1998, donde fue Coordinador Técnico de la ‘canarinha’. Ganó la Copa de Asia de 2004 y clasificó a Japón para el Mundial de 2006, un campeonato en el que los nipones se fueron a casa en la primera fase tras perder ante Australia y Brasil y empatar contra Croacia.
En 2006 firmó un contrato de dos años con el Fenerbahçe. En su primer año ganó la Liga y la Supercopa turca, llevando al equipo también a la Champions League, donde en 2008 fue cuartofinalista, tras eliminar al Sevilla en los octavos de final. Un gran trabajo que los aficionados del Fenerbahçe reconocieron, llamándole 'Kral Arthur' (El Rey Arthur). Sin embargo, Zico tenía otros pensamientos. En verano de 2008 rompió su relación con el club turco. Su sueño era entrenar al Newcastle, en la Premier League, “una experiencia que siempre había querido tener. Creo que disfrutaré mucho entrenando allí”, afirmó en un char de la UEFA.com con los aficionados. Pero finalmente no hubo oferta de la ‘urracas’, y Zico se quedó sin su sueño. A partir de ahí comenzó un periplo por distintos banquillo del mundo. Bunyodkor, CSKA Moscú, y Olympiakos. Su mal papel en el equipo griego le cerró definitivamente las puertas de cualquier club europeo. En 2011 aceptó la oferta de entrenar a la selección de Iraq, donde solo estuvo un año. Luego llegó el Al-Gharafa y desde el pasado mes de septiembre el FC Goa, un destino donde Zico, como ya hiciera durante su etapa en Japón, intentará ayudar al crecimiento del fútbol en el país.
Héctor García/@MagazFutbol