Los anhelos varían según las experiencias vividas por cada jugador, pero en algo todos coincidimos: el entrenador más recordado, el que tanto nos gustaba, el que mejor nos caía, fue con el que más aprendimos.
Aprendimos con él casi sin querer, sin darnos cuenta. Nos hacía los entrenamientos divertidos y exigentes a la vez, nos permitía opinar, nos escuchaba, llevándonos a una forma común de entender el juego.