Siempre que reflexiono sobre algún hecho, trato de hacerlo considerando dos aspectos claves. El primero de ellos tiene que ver con observarlo desde una mirada que me sugiere el paradigma sistémico-complejo, es decir, aquel que enfoca la atención sobre los procesos dados a partir de la configuración de relaciones entre los elementos constituyentes de la organización.
El segundo aspecto, de carácter más íntimo, tiene que ver con imaginarme cómo podrían ser esas emergencias si fuese yo quien propusiese dichos patrones de organización. A raíz de estas apreciaciones, mi parte más recurrente comienza a estructurar lo examinado para tratar de llenarlo de sentido, es decir, me gusta vislumbrar el contexto de manifestación. Para ello, debemos creer que todo objeto de conocimiento no se puede estudiar en sí mismo, sino en relación con su entorno.