1992. “Se inicia una Liga sin cesiones ni concesiones al portero. El nuevo reglamento que prohíbe el uso de las manos si el balón llega al portero cedido por el pie de un compañero ha sido criticado por la gente del fútbol, bastante conservadora en su actitud y opiniones.
Los porteros digieren mal el cambio y lo combaten abiertamente.” Así comenzaba Graham Turner su artículo deportivo en EL PAIS el 25 de agosto de 1992. Todos creían que la norma iba en contra del juego, del espectáculo y, sobre todo, en contra del portero. Veían una persecución, una condena injusta que sufrirían cada vez que un compañero le pasase el balón o, incluso, que no lo hiciesen y recurriesen al “patadón”; siendo reos equipo y grada.