Un staff técnico planifica una relación de contenidos para posteriormente distribuirlos en el tiempo y organizarlos a través de los sucesivos microciclos y sesiones de entrenamientos en los que lidera y dirige a sus futbolistas con el objetivo de competir con la mayor probabilidad de éxito. Tras la competición toca valorar y validar lo alcanzado en relación a lo esperado, es el momento de controlar el trabajo realizado y computar el éxito obtenido en función de las expectativas generadas. El proceso de análisis del trabajo nace con la necesidad de validar los procesos de entrenamiento, el rendimiento obtenido en el partido y definir los contenidos futuros en base a la información recabada. Dentro del proceso de análisis contemplamos la estructura general del equipo, el ámbito grupal, tanto ofensivo y defensivo en las diferentes zonas del terreno de juego y el desempeño individual en contraste con el oponente.
Como vemos, el análisis de rendimiento busca encontrar respuestas en el juego desarrollado teniendo como reflejo a nuestros adversarios. Analizamos nuestro cometido y el suyo para ver cómo se han desarrollado los argumentos fundamentales de nuestro modo de jugar.
Igualmente, con tiempo de antelación analizamos las características fundamentales de nuestro adversario para definir sus fortalezas y debilidades, sus hábitos y comportamientos generales y los aportes individuales dentro de ese contexto general que es su modo de jugar. Finalmente en dicho análisis, extraemos la cantidad de información necesaria para desarrollar nuestras respuestas de cara a la competición y organizar e implementar nuestras sesiones de entrenamiento a fin de ofrecer alternativas veraces a las propuestas del rival, todo ello dentro de la dinámica natural de nuestra forma de entender el juego.
Lo hemos dicho hace un momento, analizamos para extraer información. Analizamos información que nace del juego para conocer aspectos globales o particulares del mismo con el que poder optimizar nuestro potencial rendimiento futuro y eliminar dispersiones de nuestra propuesta con relación a lo que esperamos de ella.
Analizar el juego de conjunto, tanto nuestro como el del adversario es identificar patrones de comportamiento táctico, a nivel de equipo, de grupo, (líneas y flancos, espacios definidos de acción) y también cometidos y misiones específicas a nivel individual. Igualmente estudiamos las acciones a balón parado para encontrar hábitos de comportamiento que nos puedan servir para ofrecer respuestas eficientes a sus propuestas estratégicas.
Todo ello se deriva de un estudio completo y ponderado de la estructura defensiva y ofensiva y su evolución a lo largo de un partido, con la incidencia directa del adversario si analizamos nuestro juego o de los adversarios de nuestro rival si analizamos el de nuestro oponente. Dentro del análisis de los individuos que conforman los equipos, el estudio radica en sus misiones tácticas y sus respuestas técnicas, así como en sus recurrencias, aquellos comportamientos que se repiten, tanto en forma de acierto como en forma de error. Todo ello nos proporciona información para tomar decisiones, planificar, organizar y dirigir nuestra propuesta futbolística inmediata.
Existe otra faceta del estudio ponderado del juego y es la valoración de los aportes individuales, la sucesión de acciones eficientes y eficaces que un jugador puede desarrollar dentro de un partido de competición o dentro de la sucesiva serie de partidos que conlleva una competición. Esa información, (algunos la identifican con big data) conlleva acumular datos de todo tipo que definen la naturaleza competitiva del jugador en relación al contexto competitivo en el que desarrolla su tarea.
Es por ello que en el amplio ámbito del análisis del fútbol nos encontramos con analistas de información, aquellos que extraen los contenidos del estudio y valoración cualitativa de los partidos observados, sean tanto en relación al propio equipo como al adversario y analistas de datos, siendo estos quienes valoran los aportes individuales de un jugador en concreto dentro del ámbito competitivo en el que manifiesta su función dentro del equipo.
Analizar información lleva implícito conocer el juego desde su más amplia perspectiva, dado que se incidirá directamente dentro del plan de partido que se desarrollará a lo largo de las semanas siguientes. Analizar datos implica cualificar la cuantificación de la sucesión de acciones y destrezas, habilidades y capacidades condicionales que un jugador manifiesta a lo largo de la competición.
Para lo primero se requiere entender el aspecto global, grupal e individual de este deporte de competición. Para lo segundo se exige saber extraer del contexto general aquella información que posteriormente se implementará de forma abstracta al contemplar la presencia de ese jugador objeto de estudio dentro del compendio de responsabilidades que potencialmente desarrollará en el equipo en el que se le implique.
Cualificar datos supone dar sentido a los parámetros que conforman el rendimiento de un jugador específico. Cualificar información implica dotar de carácter estratégico a las variables identificadas a través de la observación de la competición.
El analista de rendimiento es un gestor de variables competitivas específicas. El observador de jugadores, el scouter, es un gestor de parámetros concretos que deben ser validados para comprender la presencia del jugador estudiado dentro de las variables estratégicas del equipo al que se le pretende unir.
Ambos análisis surgen de puntos de partida diferentes. La cualificación para el desarrollo de ambos supone el conocimiento de elementos del juego diferentes, es por ello que están enmarcados dentro de departamentos distintos, el primero dentro del staff técnico y/o la dirección deportiva, el segundo dentro de la secretaría técnica encargada de validar la incorporación del talento futuro a la entidad.
Un analista es un observador. Observar lleva implícito saber extraer las conclusiones del proceso de observación. No cabe nunca el dirigir el análisis hacia aquello que nos interesa destacar que ocurra.