En la mayoría de las modalidades deportivas, el rendimiento está determinado no sólo por la producción de una determinada manifestación de fuerza sino también por la capacidad de generarla en el menor tiempo posible (Tous, 1999; González-Badillo y Gorostiaga, 2002; Siff y Verkhoshansky, 2004; Cormie, McGuigan y Newton, 2011). Por ello, el entrenamiento de la potencia se ha convertido en una herramienta fundamental a la hora de optimizar el rendimiento, principalmente en los deportes donde la fuerza explosiva y la velocidad de movimiento son determinantes (Naclerio, Santos y Pantoja, 2004).