Antes de nada partiremos de que nuestro maravilloso deporte rey viene dado como propio juego en si desde el paradigma sistémico-complejo, y no desde un paradigma cartesiano-simplista (paradigma tradicional) del que se había partido hasta ahora. Por lo que su relación directa con los deportes colectivos señala por lógica a éste como un deporte de colaboración-oposición, en la que la presencia de compañeros y contrarios (al igual que otros elementos constituyentes) mediatizan las continuas tomas de decisiones por parte del jugador en el desarrollo del propio juego. Debemos tener en cuenta que en este juego una vez empieza a rodar el balón está lleno de incertidumbres, por lo que a la hora de enfrentarnos a nuestro rival debemos de tener en cuenta que el mero hecho de conocer a nuestro equipo contrario supone disminuir la incertidumbre en un deporte plagado de las mismas. El conocimiento del rival va a pasar a ser indispensable de manera que conociendo sus puntos débiles y virtudes, y planteando una estrategia para combatirlos, estaremos en disposición de que nuestro rival con su comportamiento pueda variar la estructura de nuestro equipo. Las bases de nuestro modelo de juego pueden llegar a no ser suficientes por lo que la previsión de los acontecimientos nos garantizará que cuando ocurra algo a lo que nuestro modelo no este acostumbrado, seamos capaces de saber que hacer, y como adaptarnos a las nuevas circunstancias del juego.