Han pasado más de 15 años desde que la rizada cabellera de Alberto Rivera Pizarro (Puertollano, 16/II/1978) asomó desde las categorías inferiores del Real Madrid. Contemporáneo de Raúl González, arrebató al 7 el honor de ser el jugador más joven en debutar de blanco, añadiendo el mérito de marcar en el día de su estreno para ser también el goleador más precoz. Sin embargo, su destino no era merengue. De la Casa Blanca extrajo el contacto con los primeros galácticos y una cesión en el Olympique de Marsella que marcó el tránsito de niño a hombre, de promesa a futbolista. La explosión llegaría después, en el Levante, donde consiguió un ascenso a Primera y trabó contacto con Manolo Preciado. La importancia de ese encuentro la conoció tras su paso por el Betis: terminado su contrato, el técnico levantó el teléfono y le propuso ser parte de su proyecto en el Sporting de Gijón. Los años y la consecución de los objetivos han consolidado el estilo rojiblanco; y sin lugar a dudas, el ya veterano mediocentro es, ha sido y será parte fundamental de los éxitos. Consciente de la etapa de su carrera y de su vida en que se encuentra, Rivera trata de saborear cada momento y exprimir al máximo el tiempo que le queda en la elite.