En el fútbol cuando algo funciona bien no se suele cambiar, y más aún, si funciona muy bien. Tantas victorias han llevado a José Mourinho a mantenerse fiel a su estilo de liderazgo: cercano y protector de los suyos, y distante y duro con los extraños; tan a gusto en ambientes hostiles; un gran motivador y gestor de personas y equipos; siempre buscando la excelencia. Estas y muchas otras cualidades lo han llevado al éxito. Sus títulos lo abalan y él está convencido de ello. Ha hecho del Real Madrid un equipo ganador y ya suma copa y liga.
Sin embargo, esta temporada algo no marcha como siempre. El equipo sufre más altibajos de lo normal y él ha buscado la forma de dar un giro a esta situación. Está haciendo cosas que antes no hacía, buscando estrategias para levantar al equipo después de cada tropiezo. Unas veces lo consigue y otras no. Como buen estratega estas acciones deben responder a un plan, lejos de parecer espontáneas e impulsivas. Y aunque siempre hay algo más que se pueda hacer, el problema es que los recursos a veces se agotan y las soluciones no llegan. El equipo no encaja más de cuatro victorias seguidas. Mou no está acostumbrado a ello se está adaptando. Al final, siempre ha estado en equipos ganadores y como buen competidor, odia perder. Esta situación no le supera pero sí deja ver a un entrenador que parece estar perdiendo el control sobre el rendimiento del equipo.