La pasada Copa del Mundo, puso de manifiesto, como toda competición de ese calibre, una serie de novedades tácticas que irremediablemente han generado tendencias. Es muy tentador imitar aquellos aspectos que distinguen a los equipos que llaman la atención durante un torneo tan prestigioso.
Evidentemente, aún no nos hemos dado cuenta de que la realidad del rendimiento no es producida por el factor numérico, no está determinada, al menos de manera importante, por la cantidad de jugadores que constituyen las diferentes líneas, sino más bien por las características interactivas de los mismos, es decir, por la forma preferente que tienen de relacionarse. No se juega mejor porque la organización presente una estructura u otra, puesto que el orden en los procesos del jugar lo define la particular manera de conjugar capacidades, y la calidad de los conceptos que emergen de tal práctica. Como ejemplo, decir que el fútbol de México no tenía parecido con el de Holanda, del mismo modo que esta temporada el Bayern es distinto de un partido a otro en base a quiénes se ubican en cada demarcación y, evidentemente, a los diferentes estilos defensivos que desarrollan los rivales.